El humo nos trae aromas cuando nace del calor de una taza de café o de chocolate caliente… el aroma evoca sabores, momentos que vuelven con insistencia recurrente a nuestras memorias fruto de esas moléculas que nos hacen Clic en la zona del recuerdo. El humo nos embauca cuando sale de un cigarro, de un puro, de una pipa… nos absorbe la vida como una esponja el agua que se derramó por casualidad… El humo mata pero también arrebata, nos engancha, nos atrapa entre sus dedos tráslucidos y sin materia dejándonos sin forma de protegernos, a los que fumamos, a los que fumaron, a los que fumarán… es uno de los placeres innatos al fumar, ver el humo del cigarrillo, voluptuoso, mimoso, salvaje y cruel…

El humo convierte una bella ciudad en una ciudad fantasma… el humo nos trae el temor del incendio, el amor por el hogar, por la lumbre de una chimenea que cuando volvemos a casa en el frío invierno vemos fluctuar hacia arriba, como un faro que nos marca el camino y nos indica el lugar. La flecha, la vida, el temor, la muerte, el calor, el erotismo… el humo es todo esto y mucho más.