Cuando vemos nieve sobre una rosa o cualquier flor llena de vida y de color, nos asombra el contraste… nos enfría el corazón pero nos llena de luz la mirada, porque no hay nada más bello que una rosa en la que la nieve se posa como si la besara.
Besos helados que no matan, porque son más fuertes de lo que nos parece… Son elementales que rompen la blancura con sus estridentes colores, ampliando nuestro espectro de ansias frustradas y alegrías que deben llegar. Las últimas nevadas cogen desprevenidas a las flores precoces que comienzan a vivir y a brillar antes de que se haya despedido el invierno. Rosas tempranas, prímulas y margaritas que no sabían que aún… debían dormitar un poquito más, unos días, unas noches… para evitar llevar la capa de la nieve sobre sus pétalos aterciopelados.
Las imágenes son impresionantes, conmovedoras… nos apetecería barrer esa nieve que oculta de forma parcial la belleza de cada una de estas flores, pero… debemos permitir que la naturaleza siga su curso y haga lo que debe hacer. La nieve caer y las flores, florecer.