La lluvia nos invade el espíritu y nos transporta a veces a la tristeza, pero otras, las más afortunadas, al romanticismo. Aunque no debemos desesperar si el sentimiento de romance nos daña el corazón como un dardo emponzoñado, ya que forma parte de los entresijos del amor… el dolor es uno de los síntomas más agudos y persistentes y queda impreso en nuestras entrañas hasta el fin de nuestros días… Pero somos masoquistas, estamos abiertos a volver a enamorarnos las veces que sean necesarias hasta dar con esa persona perfecta que encaja con nosotros y nuestros defectos divinamente. Es magia, la magia del amor y la lluvia, tiene mucho de recordatorio.

Cada gota es una historia, es un momento, un recuerdo que sigue amarrándose a nuestra memoria como si no pudiéramos vivir sin él. La lluvia nos devuelve los instantes que vivimos con esos amores perdidos y nos ayuda a limpiar el alma con su húmeda presencia acompañando a nuestras lágrimas.